
Jugando en educación infantil. Pensamiento Computacional de 3 a 5 años
¿Cómo trabajar el pensamiento computacional en infantil? Escenas reales, retos cotidianos y juegos que sí funcionan
Tanto en la parte de formaciones como en la de familias, cada vez nos hacen más esta pregunta:
¿Cómo introducimos a los peques en el pensamiento computacional sin pantallas? ¿Sin dispositivos electrónicos? ¿Cómo enseñar pensamiento computacional sin máquinas?
Como seres humanos llevamos miles de años entrenando esta forma de pensar, aunque antes no tuviera nombre, ni glamour, ni tecnicismos... pero vamos por partes.
En las aulas de infantil, y también en muchos hogares, cada día es un pequeño laboratorio de experimentos y descubrimientos.
Si eres profe en esta etapa, probablemente te preguntes cómo introducir esto que te han dicho ahora del pensamiento computacional antes incluso de que tus peques sepan leer o escribir. Esto no estaba en la carrera, al menos dicho así. Pero si que estaba lo que hay debajo. Ya verás :)
¿Es posible enseñarles pensamiento computacional antes de que sepan leer y escribir y.... ?
Rotundamente sí, y en mi opinión, es mucho más fácil cuando el camino se recorra jugando y respetando el ritmo de cada niño.
Primero, vamos a ver qué hay detrás de esta expresión, que muchas veces asusta más de lo que debería.
El pensamiento computacional no es solo programar, usar la tablet o poner a funcionar una IA.
Es algo que ya hacemos mil veces en el día a día: aprender a dividir retos grandes en pasos pequeños, identificar patrones, seguir secuencias, encontrar soluciones distintas y no tener miedo al error. Eso es pensamiento computacional, y lo llevamos practicando toda la vida.
Lo vemos cuando los niños organizan los juguetes por colores, buscan cómo sacar los cubos de una caja sin volcarlos o progresan dando indicaciones: “primero esto, después aquello”. Está en la vida, está en el juego.
Pero hay retos en esta etapa. Y son enormes, porque cada peque es un mundo.
No podemos olvidarnos de que están en una etapa donde el nivel de abstracción es pequeñito, la atención se dispersa enseguida, hay niños que van a su ritmo y otros que lo quieren hacer todo contigo. Y aquí es donde los juegos de mesa nos dan la mano.
Busca juegos que puedan disfrutarse manipulando, tocando, equivocándose y repitiendo, sin depender de pantallas ni de reglas complejas. Juegos como Programmino, donde moverse por el tablero siguiendo instrucciones se convierte en una aventura o Mi Primer Frutal, donde la secuencia y la lógica se celebran en equipo, con cada fruta rescatada antes que el cuervo. Y aunque lo veamos sencillo desde fuera, para ellos, decidir qué coger del árbol y cuánta probabilidad tiene el cuervo de llegar antes es un mundo de nervios y emoción.
Sobre todo, queremos destacar una marca que nos tiene enamorados en Mi Juego Bonito y que proponemos tanto a familias como a profes porque adapta estos retos de lógica y secuencia a la medida de los más peques: los juegos de la editorial Smart Games. Juegos pensados para un jugador pero ideales para compartir, resolver en grupo o turnarse en clase. Plantean desafíos visuales, lógicos y espaciales, como en Los Tres Cerditos Deluxe o Caperucita Roja Deluxe, donde construir, planificar caminos o buscar soluciones se siente como un cuento. Cada reto es una mini historia, un pequeño desafío por conquistar; y la progresión de dificultad garantiza que, aunque necesiten ayuda al principio, pronto descubren caminos y celebran los logros por sí mismos.
Siempre lo decimos: los peques querrán saltarse los primeros retos ¿por qué empezar por el 1 cuando puedo ir directamente al 52? Pero igual que en matemáticas no empezaríamos por las multiplicaciones, aquí empezar con lo básico asegura una base sólida, evita frustraciones y mantiene la ilusión de avanzar y jugar.
La satisfacción llega construyendo y avanzando poco a poco, disfrutando el camino.
Lo mejor de los juegos de lógica en esta etapa, y la razón de recomendarlos, es que cada pequeño logro se disfruta a su ritmo. Integran prueba y error con naturalidad, y son ideales para trabajar en rincones, talleres pequeños o ratos de juego tranquilo donde solo importan el niño, la pieza y el reto. Los que ya los han jugado nos cuentan que, además de los retos del juego, “les encanta inventar sus propios desafíos, aunque no tengan solución, repetir los retos y ayudarse mutuamente”, y que “les da seguridad probar sin miedo a equivocarse y avanzar a su propio ritmo”.
¿Te resuena eso de ver el error como parte necesaria del aprendizaje?
En mis sesiones de coaching con adultos, es un mantra que repetimos una y otra vez.
Y es que muchos aún llevamos grabado el miedo a fallar. Por eso, darle la vuelta desde la infancia supone regalar un gran superpoder.
Tenemos aún más propuestas: desde Camelot Jr. para construir caminos y aprender secuenciación y lógica espacial, hasta juegos como El Jardín de los Gnomos o Foto Safari, perfectos para discriminar patrones, apilar, asociar y contar, todo desde el juego físico y la exploración autónoma.
Así, casi sin darnos cuenta, sembramos las bases del pensamiento computacional desde la emoción, la manipulación y los pequeños logros del día a día. Cuando aprendemos desde la emoción, todo se queda mucho más dentro.
Ayudémosles dándoles la oportunidad a que jugando anclen emociones bonitas para toda la vida.
El verdadero avance no es verles resolver el reto más difícil, sino observarles, como haría María Montessori, desde la presencia que acompaña pero no dirige, animarse a intentarlo de nuevo, a compartir estrategias, a celebrar el éxito y a disfrutar de esa alegría genuina que solo sabe quien aprende jugando.
Sin pantallas, sin prisas y sin miedo.
Y ahí es donde el juego de mesa se convierte en un auténtico aliado del aula y de la familia.
Cualquier cosilla, estamos a un whatsapp de distancia.
Miguel